jueves, 23 de junio de 2011

Por unas monedas.


Por Bernardo Kliksberg*

Los llaman los “niños ladrilleros”, son una de las caras de la pobreza típicas del Perú. Los utilizan especialmente para producir y manipular ladrillos, porque, como son niños tienen muy baja estatura y eso favorece la producción en serie. Se contaminan rápidamente, se intoxican con el polvo, se ponen amarillentos, se enferman seriamente. Todo por unas monedas.

Es una de la formas de la explotación inmisericorde de niños en tareas que amenazan su salud, que la OIT denunció recientemente en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Hay en el mundo 215 millones de niños que “trabajan” cuando deberían estar en la escuela, jugando o socializando.

Más de la mitad están en labores que la OIT denomina “trabajos peligrosos”. Entre ellas en la agricultura, la minería, y la construcción, en las que sus débiles organismos están expuestos a pesticidas tóxicos, herramientas y maquinarias peligrosas, cargas pesadas, explosivos, temperaturas extremas. En muchos casos en tareas repetitivas y tediosas, en aislamiento, y denigrados, lejos de sus familias.
A ello se suman actualmente las nuevas formas del trabajo infantil: la explotación sexual, su utilización en el narcotráfico, los trasplantes clandestinos de órganos, la pornografía infantil en Internet.

Resalta Juan Somavia, director general de la OIT: “La persistencia del trabajo infantil es reveladora del modelo de crecimiento que tenemos en la actualidad. Es urgente terminar con trabajos que afectan la seguridad, la salud y la moral de los niños”.

En América Latina los niños de 5 a 17 años que trabajan son más de 14 millones. Un país entero de tamaño medio. Son dos millones en el Perú, 3 millones en México, y cifras significativas en la mayoría de los países. Más de 10 millones lo hacen en tareas peligrosas para su integridad física y psicológica.

Niños en la calle. Muchos son invisibles a los ojos como los “ladrilleros” o los niños que revisan los basureros. Pero otros están ante la vista colectiva, diariamente: los “niños de la calle”. Excluidos de todo, tiran fuegos al aire en los semáforos para conseguir una limosna, o como sucede en Bogotá duermen a la noche con perros o cubiertos de diarios, para tener un poco de calor frente al frío.

Los pretextos están a la orden del día: es formativo que trabajen, no quieren estudiar, con esto aprenderán para el futuro. Son burdas justificaciones para “malas conciencias”. El trabajo infantil es causa central de las altas cifras de deserción escolar. A pesar de avances, entre el 20% más pobre, el 12% de los niños no completan la primaria, y en los niños indígenas o de origen afroamericano es el 20%.

En ese mismo 20% más pobre, solo uno de cada cuatro niños finaliza la secundaria. Ello los condena virtualmente a la pobreza y la marginalidad. Pero, además, se los coloca en altos riesgos de salud, y se les “roba” la infancia.
Enfrentar esta explotación indigna, requiere actuar legalmente, pero también encarar sus causas últimas. Darles acceso real a educación, protección social, deporte, socialización, y abrir oportunidades laborales a sus padres.

Como lo hace el programa “Bolsa familia” en el Brasil, que ahora por decisión de su nueva presidenta, Dilma Rousseff, será ampliado con “Brasil sin miseria” que se propone integrar para el 2014, a los 18 millones de brasileños en pobreza extrema. O como lo está haciendo la asignación universal para niños hijos de trabajadores informales en la Argentina establecido por su presidenta, Cristina Fernández, con apoyo generalizado, que está llegando a 3.700.000 niños pobres, y se propone alcanzar el total de ellos. O como lo hace el programa “Pro Niño” lanzado por Telefónica que, trabajando con Gobiernos y ONG, ha sacado del trabajo infantil a más de 200.000 niños.

Todos, políticas públicas, empresas, sociedad civil y cada ciudadano deben sumarse para evitar que continúe esta intolerable indignidad ética.

*Economista y pensador. Consultor principal del PNUD. Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Autor de más de cincuenta libros, entre los cuales se encuentra "Primero la Gente", con Amartya Sen, y "Escándalos Eticos", declarado de interés cultural y económico de la Ciudad de Buenos Aires.
Columna publicada en el diario "La Nación" de Costa Rica, el 19/6/11.

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