lunes, 26 de marzo de 2018

El "hombre burocrático", etapa superior del "homo económicus".

El pensamiento clásico en administración define al comportamiento del ser humano como homo económicus, cuya única motivación proviene del incentivo monetario. Esta definición pretende explicar los factores que guían el comportamiento de la persona, que la motivan, pero no explica como se manifiesta o perfecciona el mismo.


Pero conjuntamente con el concepto de “homo económicus” deberíamos hablar también de un “hombre burocrático” cuyo modelo mental funciona con un pensamiento extremadamente formalista: cada vez que pensamos en una organización imaginamos su estructura, pensamos en la división del trabajo, en la unidad de mando, en la especialización, en las jerarquías, en sus sistemas y procesos, y nos resulta muy difícil pensar una organización sin esas características.

En este sentido muchos gurúes del management han escrito en los últimos años sobre la importancia de reducir o eliminar la burocracia (Tom Peters, Russell Ackoff, Laurence Peter, Gary Hamel, etc.) pero la mayoría de esas recetas fracasaron al no estar dirigidas a modificar la esencia del modelo burocrático, que es su exitoso funcionamiento como mecanismo de control social. Apuntaron a cambiar las formas de la burocracia, pero no el fondo.

Terminar con la burocracia no significa sólo despapelizar o simplificar los procesos administrativos, implica modificar la forma en que se perfeccionan las relaciones de poder dentro de la organización, modificar la función de control social que ejerce la burocracia.

Así, la burocracia, que se presentó a mediados del siglo XX como la forma de organización más adecuada, moderna y avanzada para dar respuesta al crecimiento de las corporaciones multinacionales, no tenía, como proclamaba, a la eficiencia en el centro de su fundamento, sino al control. 

Si estamos convencidos de lo perjudicial que resulta para las organizaciones modernas no haber modificado, ya entrado el siglo XXI, el modelo burocrático, no debería preocuparnos el costo de asumir la necesaria modificación del diseño de las estructuras organizacionales, para dar respuesta a las relaciones de poder que se cristalizan en su interior.

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