Por Julián D’Angelo
Coordinador Ejecutivo
Centro de Responsabilidad Social y Capital Social
(UBA)
El debate iniciado a fines del año pasado para la
implementación de una nueva Reforma Política en Argentina trajo nuevamente a
discusión la necesidad de incrementar la participación femenina en la
representación parlamentaria.
Se propone incrementar el cupo aprobado en la Ley
sancionada en 1991, pasando del 30% al 50% de representación de distinto género,
como incluso ya lo tienen algunas legislaciones provinciales, como la Ley de
Comunas de la Ciudad de Buenos Aires.
Por supuesto que estas reformas siempre dan lugar a
debate, y rápidamente aparecieron detractores y defensores de la paridad de
género, incluso transversalmente a todos los partidos.
Algunos sostienen que una verdadera Reforma
Política no puede limitarse a la boleta electrónica y a la paridad de género.
Personalmente sostengo, en otro sentido, que la paridad de género no puede
limitarse solo a una Reforma Política.
Es cierto que falta mucho y es necesario
incrementar la participación de la mujer en los Parlamentos nacionales o
locales. La propia organización de Naciones Unidas para las mujeres, ONU Mujeres, concluyó que en los últimos
veinte años se ha casi duplicado en el mundo el porcentaje de mujeres en los
parlamentos. Pero, no obstante, solo una de cada cinco parlamentarios es mujer.
En Argentina el avance fue notorio: antes que se sancionara la ley solo el 4%
de los diputados nacionales era mujer, y actualmente ese número asciende al 34%
de las bancas de la Cámara.
Pero también es cierto que en otros ámbitos estamos
mucho peor. Se calcula que sólo el 9% de los CEO de las empresas del mundo son
mujeres. Pero en Argentina ese número se reduce a tan sólo el 2%, según cifras
de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La Argentina
es el país con menor representación femenina en los directorios de
corporaciones y pymes de toda la región. Países como Uruguay o Colombia tienen
una representación femenina en la conducción de las empresas diez veces
superior a la nuestra.
A pesar de ser actualmente mayoría de graduadas en
la escuela secundaria, en muchas de las carreras universitarias y en los
niveles inferiores y medios de las empresas, son pocas las que logran romper el
“techo de cristal” que les permita acceder a los cargos de dirección. Tenemos, al
respecto, casos muy destacados de liderazgo empresarial femenino en nuestro
país, como el de Isela Costantini, primero en General Motors y ahora en
Aerolíneas Argentinas, o Microsoft y Allianz Argentina, entre otras.
Por ello existe desde hace varios años una
preocupación mundial por incrementar la participación plena y efectiva de las
mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles. Fue éste
uno de los ocho Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, y ahora también se
encuentra entre los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia el 2030,
que acaban de cumplir un año desde su aprobación.
La desigualdad de género llega a tal nivel en el
mundo, que se ha estudiado que en 128 países existe al menos una diferencia
jurídica que limita las oportunidades económicas de las mujeres. Y en 28 países
existen incluso diez o más diferencias legales que las perjudican.
Hay además un consenso en la necesidad de aplicar
medidas de “discriminación positiva”
mediante políticas públicas y leyes. Si se deja librado al mercado, por
ejemplo, deberán pasar 70 años para que se reduzca la brecha salarial actual
entre varones y mujeres por igual tarea.
Así como Argentina lo hizo en al ámbito sindical
con la ley 25.674 sancionada en 2002, muchas naciones están implementando o
debatiendo cupos de género en los directorios de las empresas.
Noruega
cuenta con una Ley que obliga al 40% de representación femenina en los
directorios de las empresas, y existen cupos de género también en Islandia,
Holanda, Bélgica y Francia.
La
Directora de Asuntos internacionales de la Confederación Nacional de Sindicatos
de Noruega, Diis Bøhn, invitada por nuestro Centro de Estudios de la Facultad
de Cs. Económicas (UBA) y la Embajada de Noruega en Argentina, disertó sobre
los alcances de la paridad de género en la conducción de las organizaciones en
el país nórdico: Poder Ejecutivo, Legislativo, empresas, sindicatos, etc.
Son variadas y debatibles las fórmulas que se
pueden implementar en la promoción de la igualdad de género, pero lo que es
innegable es lo que falta. Solo basta con ver las fotos de las reuniones del
gabinete nacional o bonaerense, o de las reuniones de Cámaras Empresariales, o
la nueva conducción de la CGT.
Incluso el Papa Francisco acaba de crear una
Comisión paritaria para discutir la ordenación de diaconisas mujeres en la
Iglesia Católica.
Es necesario adoptar medidas urgentes que
incrementen drásticamente la participación femenina en la conducción de los
tres poderes del estado, en las empresas, los sindicatos y las Universidades.
Desde el propio sector privado se han venido
haciendo esfuerzos por generar un mayor equilibrio de género hacia su interior,
así como también impulsando prácticas orientadas a un mayor bienestar que tenga
en cuenta las necesidades de los diversos géneros.
Es así que la diversidad se ha convertido en un
activo cada vez más valorado por las empresas que buscan mejorar su
competitividad y atraer y consolidar a los mejores talentos.
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