jueves, 13 de octubre de 2016

MIGRACIÓN: ¿MUROS O DERECHOS?


Por Julián D’Angelo

Coordinador Ejecutivo

Centro de Responsabilidad Social y Capital Social (UBA)

El mundo atraviesa actualmente la mayor ola migratoria de su historia. En 2015 el número de migrantes internacionales y refugiados alcanzó los 244 millones, lo que representa un incremento del 41 % en los últimos 15 años. De mantenerse esa proporción de migrantes internacionales, en 2050 habremos llegado a los 321 millones.
Si bien el grueso de la migración internacional obedece a factores económicos, en el caso particular de los 21 millones de refugiados, son los conflictos, la violencia, las persecuciones, la represión política y otras violaciones graves de los derechos humanos las que se cuentan entre las causas principales de esos desplazamientos.
Muchos migrantes se ven también obligados a trasladarse por razones que no siempre están contempladas en la Convención de Refugiados de 1951, como es el caso del deterioro ambiental como consecuencia del cambio climático. En los últimos ocho años un promedio anual de 28 millones de personas tuvo que migrar por estos motivos. En este caso con la complicación  de que difícilmente puedan volver a sus hogares de origen, y hasta incluso tienden a trasladarse a regiones donde el riesgo ambiental es aún mayor.
En este escenario es donde se agudizan las contradicciones entre el derecho a la libre circulación de las personas, por un lado, y el derecho de los Estados sobre la entrada, salida y permanencia de las mismas, por el otro. Con el agravante de que ya no es solo la protección de los puestos de trabajo para los locales lo que está en debate, sino que también entran en juego factores de seguridad pública.
Así aparece una tendencia cada vez más notoria en diversos países al levantamiento de muros y vallas en respuesta a los grandes desplazamientos de migrantes, a quienes se los empieza a tratar cada vez con mayor frecuencia como delincuentes.
La muletilla de campaña del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, sobre extender el muro que los separa de México, claramente no es un hecho aislado. Hace cuatro años otro candidato republicano, Mitt Romney, incluyó en su plataforma la idea de que el muro se expandiera hasta cubrir la totalidad de la frontera. Y hasta incluso otro precandidato presidencial republicano en 2012 había propuesto la electrificación de toda la frontera lindante con México.
Actualmente se cuentan en el mundo más de 50 muros o vallas fronterizas. Pero la realidad ha demostrado que, no solo son ineficaces, sino que además degradan al ser humano, ponen en riesgo sus vidas y favorecen las redes de trata y las mafias.
Se calcula que, al menos, unas 50.000 personas perdieron la vida en los últimos veinte años tratando de cruzar fronteras internacionales.  En noviembre de 2014, en un duro discurso ante el Parlamento Europeo, el Papa Francisco manifestó que era intolerable que el Mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio de inmigrantes. A pesar de ello, al año siguiente se registraron otras 3000 muertes de inmigrantes al intentar cruzar dicho mar.
El Secretario General de la ONU en su Informe a la Asamblea General, previo a su reunión del 19 de septiembre sobre migrantes y refugiados, sostuvo que debe aplicarse a la “movilidad humana” un enfoque basado en la dignidad y no en el cierre de fronteras y la criminalización.
La política de muros y represión no hace otra cosa que agudizar la xenofobia y la hostilidad contra los migrantes y contradecir claramente una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles aprobados por Naciones Unidas en septiembre de 2015, que promueve la cooperación internacional para “facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas”.
Inversamente a esta necesidad de inclusión social, algunos pretenden instalar en la opinión pública la imagen del inmigrante como un delincuente en potencia, o alguien que viene a quitarles el trabajo a los nacionales. Por el contrario, la inmigración es un fenómeno social y económico que debe ser abordado con mucha seriedad y responsabilidad por parte de los Estados, la sociedad civil y las empresas, y que, muchas veces, resulta trascendental para el comercio global y el desarrollo económico de las naciones.
La migración es una realidad inevitable en este mundo globalizado y el mundo es un lugar mejor gracias a este fenómeno. La migración cumple un cometido esencial en el crecimiento económico y el desarrollo, entre otras cosas, supliendo la falta de mano de obra.
Se estima que los inmigrantes producen entre el 7 y el 16 % del Producto Bruto europeo, y que colaboran fuertemente en subsanar su déficit demográfico. En Inglaterra los estudios indican que el aumento de la inmigración fue decisivo para la elevación de la tasa de crecimiento.
En los Estados Unidos los migrantes siguen aportando una alta proporción a los empleos en el sector doméstico y de la construcción.  También la agricultura y las industrias de alta tecnología dependen mucho de los migrantes, pero ninguno de esos sectores económicos ha intentado resolver los desafíos planteados por la inmigración.
Para lograr la inclusión es indispensable contar con la amplia participación de una gran variedad de actores, además de los gobiernos, como las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades religiosas, los medios de prensa y también las empresas.
Para ello es fundamental que, en la planificación de sus políticas de responsabilidad social, las empresas empiecen a incorporar respuestas serias y sustentables para la inclusión de los migrantes que, incluso, puedan dar respuesta a la generación de la mano de obra que necesitan.





No hay comentarios:

Publicar un comentario