miércoles, 13 de abril de 2011

Escándalos Eticos: Anticipo del nuevo libro de Bernardo Kliksberg.


Presentamos aquí la introducción del libro "Escándalos Eticos", la nueva obra del pensador y economista argentino Bernardo Kliksberg, asesor de PNUD y numerosos gobiernos, donde se refiere a las abismales deudas sociales mundiales y latinoamericanas y las soluciones para ellas.

"El mundo está en una encrucijada. Por un lado, las esperanzadoras revoluciones tecnológicas, que hacen posible satisfacer las necesidades básicas de todos. Por otra parte, las problemáticas cifras de exclusión, desigualdad y pobreza que hacen que los beneficios de la tecnología sólo estén al alcance de una parte limitada.

Al iniciar el siglo XXI los países aprobaron por unanimidad las metas del milenio en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se comprometieron a que cesarían para el año 2015 algunas de las mayores injusticias.

Así establecieron que el número de niños que mueren antes de los 5 años, casi sin haber vivido, debía disminuir en dos tercios (respecto de 1990). Ello significaba que fueran tres de cada 100, en lugar de 10 de cada 100. En el 2010, a sólo cinco años del año meta, se estaba muy lejos de ello. La tasa había descendido sólo a 7,2. Morían anualmente antes de alcanzar los 5 años, 8,1 millones de niños.

También acordaron reducir la mortalidad de las madres durante el embarazo o el parto en tres cuartas partes para el 2015. Eso implicaba bajarla de 480 muertes cada 100.000 nacidos vivos a 120 muertes. Para el 2005, la tasa sólo había bajado a 450 muertes. En el 2010 morían anualmente 350.000 madres, en el nacimiento, el momento que toda sociedad debería proteger más.

El 98 por ciento de las muertes se daban en países en desarrollo.

También se fijaron que en el 2015 todos los niños del mundo habrían ingresado a una escuela primaria. En 1990, eran sólo el 80% los que lo hacían. En el 2008, era el 89 por ciento. La meta se veía difícil de alcanzar.

Mientras que en los países ricos, la aplicación de las nuevas tecnologías ha ayudado a aumentar dramáticamente la esperanza de vida, en los pobres, donde vive la mayoría del género humano, la brecha vital con ellos crece.

Que en pleno siglo de vertiginosas innovaciones tecnológicas, en tantos campos simultáneos, muchos niños estén en riesgo grave, muchas madres no puedan dar a luz sin peligro grave y muchos no ingresen siquiera a la escuela primaria son verdaderos “escándalos éticos”.

Son brechas explosivas, que contradicen los mandatos bíblicos y los de todas las creencias espirituales del género humano, que ordenan proteger a los niños y a las madres, y velar por la educación.

Asumiéndolo, los países ricos aceptaron en el 2002, que debían dedicar a ayuda al desarrollo por lo menos el 0,7 por ciento de su producto bruto.

En el 2010 sólo Noruega, Suecia, Dinamarca, Luxemburgo y Holanda habían cumplido con ese compromiso. En promedio, la asistencia para el desarrollo era en el 2009, menos de la mitad del mismo, 0,31 por ciento del producto bruto de los países desarrollados.

Uno de los tantos planos ejemplificadores de los alcances de la pobreza y la desigualdad en nuestro tiempo es el del acceso a electricidad, y a cocinas limpias que minimicen la producción de humo contaminante.

En tiempos de avances tecnológicos acelerados en la generación y distribución de energía, 1400 millones de personas no tienen acceso a electricidad. Así el total de energía eléctrica consumido por la población del SubSahara con 800 millones de habitantes, es la misma utilizada en el Estado de Nueva York con 19 millones de personas.

Por otra parte, carentes de energía 2700 millones de personas cocinan de modo semiprimitivo contaminándose y contaminando el medio.

Detrás de esta desconexión entre los bienvenidos progresos tecnológicos y las duras realidades cotidianas se hallan las grandes desigualdades que recorren un planeta donde los 650 millones de personas de más patrimonio tienen 85 veces más que los 3250 millones de menos patrimonio.

Las desigualdades son entre países, y al interior de ellos. Basta en muchos de los grandes centros urbanos en pasar algunas estaciones de metro, para ir de lugares de alta esperanza de vida, a áreas de baja.

Se han pronunciado en muchos lugares del planeta, y la crisis económica mundial actual las está agravando. Así, en los Estados Unidos, la primera potencia económica mundial, se han convertido nuevamente en un tema central de debate. Según indica The New York Times, en los últimos 30 años el porcentaje del ingreso total en poder del 1 por ciento más rico de la población creció del 9 por ciento en 1979, al 23,5 en el 2007.

Un estudio reciente en dicho país, de Levine y Dijk (2010), encontró que además de los conocidos daños que las desigualdades causan al progreso económico, inciden a través del estrés financiero, en aspectos elementales de la vida diaria.

Así aumentan las tasas de divorcio. También para subsistir las familias se mudan a lugares donde las viviendas son más baratas, con frecuencia más lejanas de sus trabajos, aumentando significativamente sus horas de viaje diario.

Reflexiona sobre las tendencias Robert Frank (Cornell University) (2010) “No hay evidencia que las mayores desigualdades mejoren el crecimiento económico o mejoren la vida de nadie. Sí, los ricos pueden comprar ahora mansiones más grandes, y hacer fiestas más costosas. Pero ello no parece hacerlos más felices. Y en nuestra economía un efecto del crecimiento de las desigualdades ha sido robar a los graduados más talentosos hacia el campo de las finanzas en Wall Street”.

Esta obra se propone revisar algunos de los principales “escándalos éticos” que sacuden el siglo XXI y lo convierten al mismo tiempo en un abanico único de oportunidades tecnológicas, en un lugar donde la vida es muy difícil para grandes mayores, lo que lleva a muy baja cohesión social, y alta conflictividad.

Hay en ella un énfasis en América latina, en el marco de tendencias de la realidad mundial.

Recorre en su primera parte el gran escándalo de la caída a pico de la economía mundial, la mayor después de la depresión de los 30, que está causando sufrimientos sociales innumerables y trata de mostrar cómo incidieron en ella los vacíos éticos y cuán caros son los costos que se pagan por dichos vacíos.

En una segunda parte analiza la situación de los que no tienen voz, examinando muchas de las caras de la pobreza, desde los mitos sobre ella hasta la situación de los jóvenes, y los niños.

En la tercera parte, revisa algunas de las discriminaciones vigentes, empezando con las de género, y las gruesas inequidades en salud y educación, y en el derecho a establecer y desarrollar una familia.

En la cuarta parte aborda el tema ecológico. Cuando el mundo parecía ya dispuesto a enfrentarlo, nuevamente han resurgido voces de intereses poderosos, que cuestionan la misma existencia del problema. Más que nunca es hora de encararlas, y actuar antes de que se llegue al momento en que puede ser muy tarde, anunciado por el panel Premio Nobel de expertos de la ONU.

La obra tiene propuestas para los “escándalos éticos”. Están en la aplicación de las éticas, negadas o marginadas, a los problemas.

Cuando esas éticas se asumen surgen políticas públicas que priorizan a la gente, la idea de responsabilidad social de la empresa privada, el emprendurismo social, voluntariado. De esas y otras propuestas en marcha se ocupa la quinta y última parte de la obra.

El siglo XIX tuvo como uno de sus sellos la gran lucha que libró la humanidad para liberarse de la lacra oprobiosa de la esclavitud. En el conflictivo siglo XX se peleó muy duro por la subsistencia y crecimiento de la democracia y los derechos humanos.

Este siglo XXI se presenta como el escenario histórico en donde junto a continuar las luchas del anterior, es necesario poner en el centro el combate contra las desigualdades, y por superar la pobreza, gran violación de los derechos humanos.

Ello no es más que restituir a los billones de mujeres, niños, ancianos, jóvenes, discapacitados, discriminados que la padecen, sus derechos más básicos, y la posibilidad de participar de verdad en la producción, la democracia, la educación y la cultura, y construir familias estables.

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